Desde niño, el crecimiento de los dientes (tanto los de leche, como con el cambio a los definitivos) y el desarrollo del complejo masticatorio influyen considerablemente, así como en la etapa adulta pueda influir el estrés (bruxismo), la pérdida de piezas, la tendencia a la masticación unilateral, etc. También se ha de tener en cuenta que en este complejo influyen estructuras periféricas como la craneal, sistema otolaberíntico, estructuras de la deglución, complejo articular del hombro y región cervico-dorsal.
Afectará por tanto a la movilidad de la hipófisis y del bulbo pulposo que a su vez afectarán en la química hormonal y, por ende, emocional de la persona. Así, un problema mandibular se retroalimenta con problemas de ansiedad, y viceversa, ya que la ATM es el primer sistema reticular de alarma que se activa ante el estrés.
Especial mención también merece el nervio vago y al hipogloso, que se verán también comprometidos en su paso por todo el tracto cervical, afectando a funciones tiroideas y del aparato digestivo fundamentalmente. Esto nos dice que efectivamente pueden darse lesiones osteopáticas viscerales que sea necesario corregir, así como será necesario revisar las vértebras implicadas para romper el arco reflejo nociceptivo que completará el tratamiento más eficazmente, al atender a todos sus participantes.
En este paso hacia el aparato digestivo, otras estructuras muy importantes, por sus funciones y conexiones fasciales son la lengua y el hioides, que se verán comprometidos con toda seguridad.
Por sus conexiones directas estructurales el hioides es un hueso capaz de controlar e influir en el equilibrio hemodinámico de la cintura escapular a través del omhoioideo, que a su vez activa el angular de la escápula como protección del mismo, y cataliza la función tiroidea.
La lengua tiene conexiones directas con este hueso y fasciales muy importantes con el cráneo y el aparato digestivo. A su vez está implicado en la fonación, la masticación, la deglución y la respiración.
En definitiva, toda la musculatura que se vea implicada, se contractura como reacción de protección ante algo que está alterado, tenga el origen que tenga (estructural, craneal, traumático o no, orgánico, glandular, metabólico, etc.). Estas contracturas a su vez comprimen vasos y nervios que a su vez no podrán inervar bien ni vascularizar bien esa musculatura, y por tanto a su vez no dejará que se reestablezca el origen del problema, creando un círculo vicioso.
El abordaje del tratamiento con osteopatía deberá tener en cuenta tanto el origen como lo que mantiene la lesión y habrá que profundizar también en tratar estas estructuras.
Eduardo de Miguel García.
Profesor de la Escuela Superior de Osteopatía del GRUPO THUBAN
Osteópata de la Clínica Thuban.