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¿Y si no estás loco, sino mal diagnosticado? – Dr. Gerardo Jimeno

Lo que la medicina convencional no ve… y tú sí sientes

La farola equivocada: cuando buscar en el lugar iluminado no resuelve nada

Imagina una escena nocturna. Un hombre busca algo con ansiedad bajo una farola. Otro se le acerca y pregunta:
—¿Ha perdido algo?
—Sí —responde—, mis llaves.
—¿Está seguro de que las perdió aquí?
—No, fue más allá, donde está oscuro. Pero aquí hay luz.

Así actúa, a menudo sin querer, la medicina convencional: busca únicamente donde tiene herramientas para ver. Donde hay «luz diagnóstica»: resonancias, análisis de sangre, ecografías, biopsias. Pero si lo que ocurre en tu cuerpo sucede fuera de ese círculo de luz, simplemente “no existe”. Aunque tú lo sientas todos los días.

Disfunción funcional: cuando el cuerpo grita y nadie escucha

La medicina alopática o convencional define enfermedad como la presencia de una alteración estructural o bioquímica objetiva. Es decir, algo que puede observarse, medirse o fotografiarse: una inflamación clara, una enzima fuera de rango, una masa tumoral, una fractura, una anomalía genética conocida. Todo lo demás queda fuera del diagnóstico.

Esto deja en tierra de nadie a millones de personas que sufren síntomas reales: fatiga persistente, niebla mental, alteraciones digestivas, dolores migrantes, insomnio, ansiedad somática, intolerancias alimentarias, taquicardias, ciclos menstruales caóticos… y un largo etcétera. Si las pruebas «salen bien», la persona es derivada a psiquiatría o simplemente ignorada.

La medicina funcional, en cambio, da un paso atrás para mirar el cuadro completo. Reconoce que el funcionamiento interno del cuerpo puede alterarse antes de que aparezca un daño estructural evidente. Esa fase, donde aún no hay destrucción celular pero sí disfunción, es el territorio clínico de la medicina funcional.

La revolución silenciosa: ¿y si el problema no es la estructura sino la función?

Lo que esta medicina propone no es alternativo ni esotérico. Es simplemente una forma distinta —y más completa— de observar la salud. El cuerpo no es solo una colección de órganos, sino un sistema dinámico de regulación y adaptación. Si esos mecanismos reguladores se desajustan, los síntomas aparecen, aunque las pruebas estándar sigan “normales”.

Por ejemplo:

  • Tu colonoscopia no detecta una colitis ulcerosa, pero sí hay inflamación de bajo grado, alteración del equilibrio bacteriano (disbiosis) y problemas de permeabilidad intestinal. Eso es disfunción funcional.
  • Tu tiroides produce hormonas dentro de los valores de referencia, pero los síntomas de hipotiroidismo (cansancio, frío, caída del cabello, estreñimiento) están ahí. Puede haber un hipotiroidismo subclínico, una alteración de conversión hormonal o una respuesta tisular disminuida.
  • Tus niveles de cortisol en sangre son normales, pero tienes una curva disfuncional a lo largo del día, que explica tu insomnio, tu niebla mental matutina y tu bajón energético vespertino.

La medicina funcional, también llamada integrativa, mira más allá de lo visible. Reconoce que puede haber síntomas reales incluso cuando las pruebas estándar son normales. ¿Por qué? Porque el problema no está (todavía) en la estructura… está en el funcionamiento.

Tu cuerpo funciona mal antes de romperse.

  • Tu intestino no tiene una úlcera, pero sí una inflamación crónica de bajo grado.
  • Tu tiroides no está destruida, pero funciona por debajo de lo óptimo.
  • Tu sistema nervioso no está lesionado, pero está hiperactivado por estrés mantenido.

Eso es una disfunción funcional. Y se puede tratar.

¿En qué se diferencia la medicina convencional de la funcional?

Veamos en detalle, punto por punto, cómo se diferencia el enfoque funcional del convencional.

  1. Criterio de enfermedad

Medicina convencional:
Solo considera enfermo a quien presenta una lesión estructural, una alteración cuantificable, o una enfermedad reconocida en manuales diagnósticos como el CIE-10. Si los resultados están dentro de los rangos “normales”, se descarta la enfermedad.

Medicina funcional:
Reconoce que una persona puede estar enferma funcionalmente, aunque sus órganos estén intactos. Detecta disfunciones en ejes reguladores (neuroendocrinos, inmunes, digestivos), en la comunicación entre sistemas, en la gestión del estrés oxidativo o en la respuesta inflamatoria. La enfermedad no es una foto estática, sino una película dinámica.

  1. Diagnóstico

Medicina convencional:
Se basa en herramientas estándar: analíticas de sangre, resonancias, TAC, endoscopias, pruebas funcionales cardiovasculares. Su foco está en detectar daño, no en entender procesos previos.

Medicina funcional:
Utiliza una anamnesis profunda que indaga en historia clínica, alimentación, exposoma, ritmo circadiano, antecedentes familiares, salud intestinal, emociones. A esto se añaden pruebas no habituales: estudios de heces, test de ácidos orgánicos, análisis de metales pesados, test de permeabilidad intestinal, perfiles hormonales salivales o genéticos, etc.

  1. Visión del paciente

Medicina convencional:
En ausencia de pruebas, el paciente queda invalidado. Se le etiqueta como ansioso, depresivo o psicosomático. Muchos terminan con antidepresivos como única “solución”.

Medicina funcional:
Se parte de la premisa de que el paciente dice la verdad. Que su sufrimiento es real aunque no se vea. Se busca entender qué desequilibrio fisiológico lo genera y cómo restablecerlo. Validar al paciente es el primer paso para que sane.

  1. Tratamiento

Medicina convencional:
Si no hay hallazgo, no hay tratamiento. Y si lo hay, suele limitarse al fármaco correspondiente para paliar el síntoma. La causa subyacente raramente se explora.

Medicina funcional:
El tratamiento es integral: dieta, microbiota, regulación hormonal, gestión del estrés, mejora del sueño, actividad física adaptada, exposición a la luz solar, cronobiología, fitoterapia, micronutrición y apoyo emocional. No se “cura el síntoma”, se armoniza el sistema.

  1. Ejemplos clínicos
  • Un infarto es una alteración estructural clara, bien tratada en urgencias.
  • Pero una fatiga crónica, una fibromialgia o una disautonomía muchas veces quedan fuera del radar médico tradicional.

En medicina funcional, estos casos no son marginales. Son el centro de atención, porque son los que más sufren sin diagnóstico claro.

Lo que NO es una disfunción funcional

  • No es una invención del paciente.
  • No es una moda.
  • No es una excusa para no trabajar o hacer deporte.
  • No es una exageración ni un efecto placebo inverso (nocebo).

Lo que SÍ es

  • Una alteración fisiológica real, cuantificable con los métodos adecuados.
  • Un desequilibrio en la microbiota, en el eje intestino-cerebro, en la respuesta inmune, en los ritmos hormonales.
  • Una etapa previa a la lesión estructural que, si se trata, puede revertirse por completo.
  • Una oportunidad para sanar antes de que el cuerpo “rompa”.

Historias reales (que podrían ser la tuya)

Ana, 42 años, llevaba 7 años con fatiga inexplicable. Las analíticas normales. Los médicos: “Será estrés”. En la primera consulta funcional, se detectó una disbiosis intestinal grave y bloqueo de fase 2 hepática.

Marcos, 35 años, tenía palpitaciones, insomnio y sensación de muerte inminente. Pruebas cardiacas perfectas. Diagnóstico convencional: “ansiedad”. Diagnóstico funcional: disautonomía, déficit de magnesio, microbiota alterado y ritmo circadiano desincronizado.

Laura, 28 años, dolores articulares, niebla mental y mala tolerancia al ejercicio. “Todo está bien” decía el reumatólogo. En medicina funcional: intolerancia a la histamina, intestino permeable y alteración del eje intestino-cerebro.

¿Te suena familiar? Entonces esto va contigo

Si llevas meses o años buscando respuestas sin encontrarlas…

Si tus pruebas son “normales” pero tú no te sientes normal…
Si sientes que no te escuchan, que minimizan tus síntomas…
Si has oído demasiadas veces “estás bien” cuando tú sabes que no lo estás…

Si te han dicho que “es ansiedad” pero tu cuerpo te pide otra cosa…

Ha llegado el momento de mirar donde nadie ha mirado.
De salir de la farola y explorar la zona oscura, donde realmente están tus llaves.

¿Y cómo se empieza?

Con una anamnesis muy diferente.

Una consulta con el Dr. Gerardo Jimeno no empieza con “¿Qué síntomas tiene?” y termina en 15 minutos. Empieza con una historia profunda: tus hábitos, tus traumas, tu microbiota, tu sueño, tu exposición a tóxicos, tu alimentación, tu historia emocional. Y se apoya en pruebas complementarias de tipo funcional, como:

  • Estudios del microbioma intestinal
  • Test de ácidos orgánicos en orina
  • Test genéticos de metilación y detoxificación
  • Evaluación del estrés oxidativo, permeabilidad intestinal y bioquímica cerebral, etc

Porque lo que no se busca, no se encuentra.

No estás solo.
No estás loco.
No estás exagerando.

Porque no hay mayor alivio que saber que lo que sientes tiene una explicación… y un tratamiento.

Cambia de luz. Cambia de mirada.
Y empieza a sanar de verdad.

Dr. Gerardo Jimeno.

Médico Integrativo de Clínica Thuban